Paula Garrote Franco y Alba Cuesta Martín

Somos unas pequeñas exploradoras en este tema...;)

viernes, 11 de febrero de 2011

Primeros ''Capítulos'' de 'Historia de una novia cornuda'.

-Ya habían pasado 3 años, pero ese mes de febrero de 2011 no se le quitaría de la cabeza nunca, para ser exactos, ese 14 de febrero, frío y escalofriante.
Odio. Odio y más odio. Eran era el único pensamiento que sentía Diana en estos momentos mientras caminaba hecha una furia por la acera de enfrente de la casa de Mario. Diana era una chica de 14 años, muy guapa, morena, ojos verdes, cuerpo bonito y bien distribuido, le gustaba estudiar, pero también estar de fiesta, nunca le faltaba nada, sólo un problema se le interponía en su camino, ella, Débora Romani. Diana acababa de verles, en la cama de Mario, le había descubierto con ella, con Débora Romani, esa tipa que se creía mucho y no era nada. Diana acababa de descubrir que Mario le había puesto los cuernos con esa tipa. Ellos no la habían visto, ella a ellos sí, pero lo que más le dolía: que no había sido una vez, si no, más de una. Una mentira bien guardada. Un engaño que había hecho que 1 año y casi 3 meses se tirasen a la basura como un libro viejo.
Al día siguiente. En su habitación. Tirada en su cama. Cuestionándose si valdría la pena ir al instituto. Si valdría la pena verles la cara a esos dos. Tuvo una idea, les haría pagar por ello, a los dos, se lo haría pasar mal, como ellos a ella, incluso peor.
Diana estaba en clase de Lengua analizando frases sintácticamente, lo cual no le gustaba nada. Y se le ocurrió una idea para hacer sufrir a Débora. Sería lenta, pero eficaz. La marcaría para siempre. Una venganza lenta, como de 9 meses y el resto de su vida… Para Mario la seguía pensando, pero lo que sabía, era que sería mil veces peor que la de Débora. Diana sonrió, miro a Débora, miró a Mario y continuó escribiendo.
Diana compró una caja de preservativos en el súper de la esquina en la hora del recreo. Fue al baño y cogió uno, lo pinchó por varios sitios, pero sin que se notase mucho, lo metió en la bolsita y salió como si no hubiera pasado nada.
A última hora, Diana estaba inquieta, sabía que Mario siempre llevaba un preservativo en la cartera y a la salida del instituto se lo cambiaría por el roto.
Era ya la hora de irse, Mario se acercó a Diana y se dieron un abrazo. Ese abrazo duró el tiempo suficiente como para que le diera tiempo a dar el cambiazo. Se despidieron. Su plan continuaba. Ella siguió a Mario hasta su casa. Cuando se disponía a entrar en su casa, se giró, miró a su alrededor y cogió su teléfono móvil. Dijo: Ya estoy, ven cuando te dé el toque. Y sacó las llaves de casa. Mario había comprobado que sus padres no estuviesen. Entró. Como una bala y se escondió en el cuarto de la limpieza. Mario vivía en el primero, le sería fácil entrar y asegurarse de que todo iba bien. A los 10 minutos, llegó Débora corriendo. Diana esperó a que se fuera y a que todo estuviese tranquilo para entrar en casa de Mario. A ella le dolía ver por segunda vez esas imágenes, pero pensó en que ellos lo pasarían mal. Caminó despacio, abrió la puerta sin que se escuchase nada y se dirigió hacia la habitación de Mario. En ese instante recordó la primera vez que fue a casa de Mario. Estaba nerviosa, ya llevaban 6 meses, pero aún así, le resultó difícil. Les abrió su madre, Marga, Mario les presentó y entraron. Fueron directos a la habitación de Mario, pintada de verde pistacho. Había pósters de su grupo preferido, Maldita Nerea, la cama estaba en medio. Era bastante grande. En su mesita había una foto de él y en el tablón, junto al escritorio, una de ella, y más a delante, en un estante, al lado de unos libros, una de los dos. Una foto encuadrada, un cuadro normal, se podría decir hortera, de toda la clase junta. Diana volvió a la normalidad, esos recuerdos eran pasados, ya nunca volvería a suceder nada de eso. Se aproximo a la puerta, estaba cerrada, la entreabrió lo suficiente como para que se viera lo que ocurría dentro. Todo iba como esperaba. El envoltorio del preservativo estaba tirado en el suelo. Era el que había cambiado. Diana estaba satisfecha con su trabajo, pero tuvo un pensamiento que le recomía la cabeza. Ella no era así de cruel. Así de mala. Pero es lo que ellos habían conseguido y lo hecho, hecho está, además, no podía hacer nada para evitar que Débora no se quedase embarazada. Ahora lo que le quedaba era pensar algo para Mario, tenía que ser lento, y que le hiciese sufrir.

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