Paula Garrote Franco y Alba Cuesta Martín

Somos unas pequeñas exploradoras en este tema...;)

lunes, 5 de marzo de 2012

Una historia más

Una vez, estando dormida en mi cama, soñé que podía ser como Alicia en el País de las Maravillas… soñé que me tomaba una pócima mágica y que me hacía muy pequeñita, pero que muy pequeñita. Soñé que toda mi historia, todos los años que había vivido, podía verlos desde un mismo punto. Me podía ver a mí, me veía en las acciones que había hecho en esta película que llamo ‘Mi vida’. En este sueño, a pesar de ver las bobadas, las lloreras, los momentos de risa, los momentos tristes y momentos alegres, los momentos de mi vida diaria, a pesar de ver todo eso, vi realmente que la vida, es una película, y que, si echas una mirada al pasado, puedes ver cada capítulo por el que pasas. En mi sueño, ya por los casi últimos capítulos me vi a mí, queriéndolo mucho, y a veces demasiado, y vi como cada día, se iba alejando más de mí, y acercando más a ella, como en todo final no feliz, acabé perdiéndolo. Pero, siendo pequeñita, en una esquina del cine, me di realmente cuenta, de que él solo era un capítulo más en esta película, que habrá más personas que se crucen en mi vida, y que querré tanto, o quizás más que a él. De repente me desperté de ese sueño tan raro, que tanto me había enseñado. Me pareció demasiado real, desde ahí, desde que desperté de ese sueño, no soy la misma, soy aún mejor, porque me he dado cuenta de lo que realmente quiero, quizás no lo consiga, será difícil, muy pocas personas lo consiguen, y cuando lo consiguen, quieren más y más…lo que realmente quiero, es ser feliz.

sábado, 12 de febrero de 2011

Historia De Una Novia Cornuda. Terminada :)


-Ya habían pasado 3 años, pero ese mes de febrero de 2011 no se le quitaría de la cabeza nunca. Para ser exactos, ese 14 de febrero, frío y escalofriante.
-1 DE FEBRERO.  
Odio. Odio  y más odio.  Eran era el único pensamiento que sentía Diana en estos momentos mientras caminaba hecha una furia por la acera de enfrente de la casa de Mario. Diana era una chica  de 14 años, muy  guapa, morena, ojos verdes, cuerpo bonito, le gustaba estudiar, pero también estar de fiesta, nunca le faltaba nada, sólo un problema se le interponía en su camino, ella, Débora Romani. Diana acababa de verles, en la cama de Mario, le había descubierto con ella, con Débora Romani, esa tipa que se creía mucho y no era nada. Diana acababa de descubrir que Mario le había puesto los cuernos con esa tipa. Ellos no la habían visto, ella a ellos sí, pero lo que más le dolía: que no había sido una vez, si no, más de una. Una mentira bien guardada. Un engaño que había hecho que 1 año y  casi 3 meses se tirasen a la basura como un libro viejo.  
-2 DE FEBRERO.
Al día siguiente. En su habitación. Tirada en su cama. Cuestionándose si valdría la pena ir al instituto. Si valdría la pena verles la cara a esos dos. Tuvo una idea, les haría pagar por ello, a los dos, se lo haría pasar mal, como ellos a ella. Sólo quería hacerles el mismo daño que ellos a ella, cuando lo consiguiese, estaría tranquila.
Diana estaba en clase de Lengua analizando frases sintácticamente, lo cual no le gustaba nada. Y se le ocurrió una idea para hacer sufrir a Débora. Sería lenta, pero eficaz. La marcaría para siempre. Una venganza lenta, como de 9 meses y el resto de su vida… Para Mario la seguía pensando, pero lo que sabía, era que sería mil veces peor que la de Débora. Diana sonrió, miro a Débora, miró a Mario y continuó escribiendo.
Diana compró una caja de preservativos en el súper de la esquina en la hora del recreo. Fue al baño y cogió uno, lo pinchó por varios sitios, pero sin que se notase mucho, lo metió en la bolsita y salió como si no hubiera pasado nada.
A última hora, Diana estaba inquieta, sabía que Mario siempre llevaba un preservativo en la cartera y a la salida del instituto se lo cambiaría por el roto.
Era ya la hora de irse, Mario se acercó a Diana y se dieron un abrazo. Ese abrazo duró el tiempo suficiente como para que le diera tiempo a dar el cambiazo. Se despidieron. Su plan continuaba. Ella siguió a Mario hasta su casa. Cuando se disponía a entrar en su casa, se giró, miró a su alrededor y cogió su teléfono móvil. Dijo: Ya estoy, ven cuando te dé el toque. Y sacó las llaves de casa. También, Mario había comprobado que sus padres no estuviesen. Entró. Como una bala y se escondió en el cuarto de la limpieza. Mario vivía en el primero, a ella le sería fácil entrar y asegurarse de que todo iba bien. A los 10 minutos, llegó Débora corriendo. Diana esperó a que se fuera y a que todo estuviese tranquilo para entrar en casa de Mario. A ella le dolía ver por segunda vez esas imágenes, pero pensó en que ellos lo pasarían mal. Caminó despacio, abrió la puerta sin que se escuchase nada y se dirigió hacia la habitación de Mario. En ese instante recordó la primera vez que fue a casa de Mario. Estaba nerviosa, ya llevaban 6 meses, pero aún así, le resultó difícil. Les abrió su madre, Marga, Mario les presentó y entraron. Fueron directos a la habitación de Mario, pintada de verde pistacho. Había pósters de su grupo preferido, Maldita Nerea, la cama estaba en medio. Era bastante grande. En su mesita había una foto de él y en el tablón, junto al escritorio, una de ella, y más a delante, en un estante, al lado de unos libros, una de los dos. Una foto encuadrada, un cuadro normal, se podría decir hortera, de toda la clase junta. Diana volvió a la normalidad, esos recuerdos eran pasados, ya nunca volvería a suceder nada de eso. Se aproximo a la puerta, estaba cerrada, la entreabrió lo suficiente como para que se viera lo que ocurría dentro. Todo iba como esperaba. El envoltorio del preservativo estaba tirado en el suelo. Era el que había cambiado. Diana estaba satisfecha con su trabajo, pero tuvo un pensamiento que le recomía la cabeza. Ella no era así de cruel. Así de mala. Pero es lo que ellos habían conseguido y lo hecho, hecho está, además, no podía hacer nada para evitar que Débora no se quedase embarazada. Ahora lo que le quedaba era pensar algo para Mario, tenía que ser lento, y que le hiciese sufrir.
-13 DE FEBRERO.
Pasaron 7 días lentos y agobiantes. Diana no conseguía encontrar una buena venganza para Mario.  Seguía manteniendo el secreto y ni a su mejor amiga, Celia, se lo había contado.
Domingo 13. Quedaba 1 día para San Valentín. Y las dos amigas iban por la calle después de toda una tarde de compras, se dirigían a tomar un café al bar de Las Artes y se encontraron con Mario. Iba solo. Se le notaba preocupado. Diana actuó como si no supiera nada y exclamó extrañada:
-¡Eh! ¿Y esa cara? ¿Qué pasa?
-Me acabo de enterar de una cosa.- Y las dos chicas al unísono contestaron:
 -¿El qué?
-Débora estaba embarazada. -Diana  se quedó quieta, no quería que Mario sospechase que  ella ya sabía de quién era ese niño, no podía decir absolutamente nada. Ahora se sentía mal, muy mal, pero se notaba que Mario también lo sabía, pero se quedó callado esperando a la peor pregunta de todas: -¿De quién?- A lo que contestó:- No lo sé.- Diana dibujó en su cara una media sonrisa, él era un mentiroso, y se le acababa de ocurrir una idea para hacerle sufrir. Cuando Mario se fue, Diana se lo contó todo a Celia. Ésta se quedó quieta, sin articular palabra. No podía creerse que su amiga, su mejor amiga, a la que conocía desde hace 13 años, hubiera podido hacerle eso a una compañera de clase. Que sí, que le habían puesto los cuernos, pero no lo veía bien, aún así, apoyó a su amiga y, por un lado, la comprendió. Una vez ya solas, y después de haberse tomado el café, se fueron a su casa. Esa noche Celia dormía en casa de Diana.  
Se pasaron toda la noche escuchando música, hablando de todo un poco, todo bien, hasta que Diana recibió un SMS de Mario. Eran las 23:23, en el SMS decía que bajase al portal, que tenía que hablar con ella. Diana  decidió bajar. Su cabeza le daba vueltas a un mismo pensamiento, ella no quería que sus planes se fueran a chafar porque ahora a Mario le diera por decir mentiras. Mientras entraba en el ascensor pensaba qué le diría si él decidía contarlo todo. Tercero, Segundo, Primero, Bajo. El ascensor paró. Ella abrió la puerta del portal y caminó hacia él. Él no articuló palabra, tenía la cara seria, se le notaba tenso. Tenía la piel de gallina. Los latidos de su corazón casi se podían sentir. De repente, ella le abrazó. Despacio. Con cuidado. Con falsedad mezclada de amor. Al final de todo, le quería. Le quiso siempre, le conocía desde que nació, es más, nacieron el mismo día. Ese 16 de julio de 1996. Él a las 13:56 del mediodía y ella a las 18:15 de la tarde. Siempre había sentido algo por él. Hasta que un día, hacía ya casi 1 año y 3 meses, el mejor amigo de Mario, Daniel, se dirigió hacia Diana y le dijo todo lo que Mario sentía. De repente, algo despertó a Diana de sus recuerdos. Era Mario, le estaba besando. Ella se apartó. Le dijo que qué quería. Él se quedó callado, contestó que sólo verla, y que nada más. Diana se quedó extrañada. Todo bien. Se despidieron. Diana regresó a su casa con Celia. Ésta les había visto por la ventana. Se quedó atónita. Le parecía increíble que los dos se quisieran mucho, pero aún así, se estén haciendo daño de esa forma.
-14 DE FEBRERO.
¡RING! ¡RING! ¡RING! Eran las 9 de la mañana. La alarma del despertador les anunciaba a Diana y a Celia que era la hora de comenzar.  Se levantaron. Se prepararon y salieron de casa. Las 10:32 minutos de la mañana. Tenían el plan perfecto. No sería tan lento y cruel para Mario como Diana quería por que Celia le había convencido. Diana envió un SMS a Mario de que quería verle a las 12:15 en el parque de su casa, y mientras tanto, Celia llamaba a Débora, con la cual no se llevaba especialmente mal, y le dijo que a las 12:20 en el parque de la casa de Mario. Habían quedado con dos personas distintas, a casi la misma hora, el mismo día y en el mismo lugar. Lo habían preparado todo. Las 12:00. Diana estaba nerviosa. Sabía lo que tenía que hacer, pero aún así, la piel se le ponía de gallina al pensar que en media hora escasa, estaría con ellos dos delante. Deseaba que lo pasasen mal. Que sufriesen los dos como ella. Débora sufriría mucho. Tal vez, demasiado. Celia la llamó. Las 12: 15. Había llegado Mario. Se acercó a él.
-Hola ¿Qué te pasa?
-Nada. Quería hablar contigo. Pero tenemos que esperar, no preguntes. – Mario se quedó extrañado, ¿a quién tenían que esperar? No lo entendía.
Pasaron 10 minutos. A 10 pasos de ellos, a la vuelta de la esquina, Celia y Débora:
-¿Qué es lo que quieres a éstas horas Celia?
-¿Puedes venir conmigo? Necesito que vengas, por favor.
-Vale, pero, ¿A dónde?
-Ven. –La siguió. Llegaron hasta donde estaban los otros dos.
Mario estaba muy extrañado, y la cara de Débora sólo expresaba una gran interrogación, pero también miedo, miedo de que ahora se soltase toda la verdad.
Comenzó a hablar Diana. Se dirigió a Mario. Y le contó todo. Todo lo que había visto, con pelos y señales. Sus palabras eran como escupitajos atados a una bala y tirados en paracaídas.  Sus lágrimas casi expresaban lo mal que lo había pasado. Pero de repente lo único que le quedaba era rabia. Ella se había callado. Mario estaba atónito. No creía que ella había hecho que él fuera padre, pero por otro lado, se sentía lo peor por haberle puesto los cuernos.
Débora no había dicho nada. No lloraba. No hablaba. No hacía nada. Estaba quieta. De repente, reaccionó. Dio unos pasos hacia Diana y le intentó pegar. Ésta, reaccionó y la paró. Mario la sujetó. Celia sujetó a Diana. Ahora todo lo que se escuchaban eran insultos.
Todo pasó. Consiguieron separarlas. Las últimas palabras de Débora fueron que ésta se la debía y que tuviese cuidado, pero que también le había salido mal la jugada, iba a abortar.
Mario se quedó blanco cuando escuchó la palabra abortar. Ese niño era suyo. Pero al fin y al cabo, sería decisión de ella.
Luego, se fue Celia, y se quedaron Diana y Mario. Él se sentó en un banco. Ella le siguió. Sólo le quería hacer una pregunta antes de marcharse.
-¿Lo has pasado mal, muy muy mal?
-Sí.
-Entonces estoy satisfecha.
-¿Por qué?
-Porque así me comprenderás cuando te digo que sufrí mucho al veros allí.- Mario se quedó callado. Ella se levantó e hizo ademán de irse. Él la paró y le dijo:
-Sólo quiero que me perdones. ¿Me perdonas?
-¿Me dejas pensarlo? 3 días.
-Vale. Adiós. – Y Diana se fue. Sabiendo que, todo con ella se iría. Todo lo que podía sentir, se marchitó como las rosas de un rosal cuando acaba su época. 

viernes, 11 de febrero de 2011

Primeros ''Capítulos'' de 'Historia de una novia cornuda'.

-Ya habían pasado 3 años, pero ese mes de febrero de 2011 no se le quitaría de la cabeza nunca, para ser exactos, ese 14 de febrero, frío y escalofriante.
Odio. Odio y más odio. Eran era el único pensamiento que sentía Diana en estos momentos mientras caminaba hecha una furia por la acera de enfrente de la casa de Mario. Diana era una chica de 14 años, muy guapa, morena, ojos verdes, cuerpo bonito y bien distribuido, le gustaba estudiar, pero también estar de fiesta, nunca le faltaba nada, sólo un problema se le interponía en su camino, ella, Débora Romani. Diana acababa de verles, en la cama de Mario, le había descubierto con ella, con Débora Romani, esa tipa que se creía mucho y no era nada. Diana acababa de descubrir que Mario le había puesto los cuernos con esa tipa. Ellos no la habían visto, ella a ellos sí, pero lo que más le dolía: que no había sido una vez, si no, más de una. Una mentira bien guardada. Un engaño que había hecho que 1 año y casi 3 meses se tirasen a la basura como un libro viejo.
Al día siguiente. En su habitación. Tirada en su cama. Cuestionándose si valdría la pena ir al instituto. Si valdría la pena verles la cara a esos dos. Tuvo una idea, les haría pagar por ello, a los dos, se lo haría pasar mal, como ellos a ella, incluso peor.
Diana estaba en clase de Lengua analizando frases sintácticamente, lo cual no le gustaba nada. Y se le ocurrió una idea para hacer sufrir a Débora. Sería lenta, pero eficaz. La marcaría para siempre. Una venganza lenta, como de 9 meses y el resto de su vida… Para Mario la seguía pensando, pero lo que sabía, era que sería mil veces peor que la de Débora. Diana sonrió, miro a Débora, miró a Mario y continuó escribiendo.
Diana compró una caja de preservativos en el súper de la esquina en la hora del recreo. Fue al baño y cogió uno, lo pinchó por varios sitios, pero sin que se notase mucho, lo metió en la bolsita y salió como si no hubiera pasado nada.
A última hora, Diana estaba inquieta, sabía que Mario siempre llevaba un preservativo en la cartera y a la salida del instituto se lo cambiaría por el roto.
Era ya la hora de irse, Mario se acercó a Diana y se dieron un abrazo. Ese abrazo duró el tiempo suficiente como para que le diera tiempo a dar el cambiazo. Se despidieron. Su plan continuaba. Ella siguió a Mario hasta su casa. Cuando se disponía a entrar en su casa, se giró, miró a su alrededor y cogió su teléfono móvil. Dijo: Ya estoy, ven cuando te dé el toque. Y sacó las llaves de casa. Mario había comprobado que sus padres no estuviesen. Entró. Como una bala y se escondió en el cuarto de la limpieza. Mario vivía en el primero, le sería fácil entrar y asegurarse de que todo iba bien. A los 10 minutos, llegó Débora corriendo. Diana esperó a que se fuera y a que todo estuviese tranquilo para entrar en casa de Mario. A ella le dolía ver por segunda vez esas imágenes, pero pensó en que ellos lo pasarían mal. Caminó despacio, abrió la puerta sin que se escuchase nada y se dirigió hacia la habitación de Mario. En ese instante recordó la primera vez que fue a casa de Mario. Estaba nerviosa, ya llevaban 6 meses, pero aún así, le resultó difícil. Les abrió su madre, Marga, Mario les presentó y entraron. Fueron directos a la habitación de Mario, pintada de verde pistacho. Había pósters de su grupo preferido, Maldita Nerea, la cama estaba en medio. Era bastante grande. En su mesita había una foto de él y en el tablón, junto al escritorio, una de ella, y más a delante, en un estante, al lado de unos libros, una de los dos. Una foto encuadrada, un cuadro normal, se podría decir hortera, de toda la clase junta. Diana volvió a la normalidad, esos recuerdos eran pasados, ya nunca volvería a suceder nada de eso. Se aproximo a la puerta, estaba cerrada, la entreabrió lo suficiente como para que se viera lo que ocurría dentro. Todo iba como esperaba. El envoltorio del preservativo estaba tirado en el suelo. Era el que había cambiado. Diana estaba satisfecha con su trabajo, pero tuvo un pensamiento que le recomía la cabeza. Ella no era así de cruel. Así de mala. Pero es lo que ellos habían conseguido y lo hecho, hecho está, además, no podía hacer nada para evitar que Débora no se quedase embarazada. Ahora lo que le quedaba era pensar algo para Mario, tenía que ser lento, y que le hiciese sufrir.